En un momento de aislamiento y distanciamiento social, el sexo, o más bien la idea del sexo,se convierte en una alucinación. Es una mezcla hiperbolizada de fantasía, memoria y deseo, a menudo sin salida física para la conexión. Hice estas pinturas canalizando una experiencia autoinfligida de drama corporal, específicamente al profundizar en una práctica disciplinada de danza erótica, como una actividad de cuarentena e investigación aplicada. La conclusión inmediata es la masturbación; considerando el material en sí mismo la eyaculación o el acto solitario de correrse sobre el lienzo, un logro. La historia del arte ha estado allí y, bueno, no. La serie emerge, en cambio, de otra dimensión, que podría llamarse inteligencia sacra, una intuición activa que penetra y surca más allá de las tripas. Estos son movimientos que se gesticulan salvajemente, canalizados directamente desde la experiencia física de deslizarse, volar, caer en picada, tocar, sentir y rechinar. Como pinturas, aún gobernadas por la física, son cinéticamente silenciosas y estáticas. Sin embargo, el movimiento y la emoción reverberan, y la decisión impresa en ellos es similar a una caída libre. Nos recuerdan que las imágenes producidas –la captura del cuerpo, la cara y el artificio en un momento sintético de perfección– son sexys, pero no nada tienen que ver con el sexo en sí. Sin embargo, esa experiencia cercana a la muerte, la adrenalina, sí que tienen que ver. Los significantes de la llamada feminidad, tal como la conocemos o no, –uñas, cabello, tacones, etc.– se convierten en agujas que alcanzan el crepúsculo, mechones de cabello que se abren sobre la piel, un rápido golpeteo o rasguño en el piso. No importa, en cambio podrían ser el sello distintivo de la masculinidad, de la androginia, de los valores atípicos, del tabú. Todos se funden en meros catalizadores en el acto. Las imágenes de sexo, si de hecho son imágenes, no son ni una perfección estática o inmóvil, sino más bien momentos de anticipación chocando con orificios abiertos, rostros retorcidos, fluidos que gotean. Mientras follas, no es tu amante idealizado o la construcción de ti mismo lo que importa… es la anulación de lo dos.