IUDUIUDUI (2021)

Reger está en un tránsito simbiótico entre el performance y la escultura, donde el foco de estudio se centra en una sensibilidad material que aterra y excita, transmutando estas emociones en figuras amorfas que acaban siendo espejismos o simples ampliaciones de una realidad propia. La concepción de la realidad es ficticia, se neutraliza el espacio/tiempo, desaparecen las construcciones formales de la materia, dando como resultado un estado postembrionario desconocido: amorfo, monstruoso, fantasmal, espectral. Construyendo ambigüedades corporales y atemporales, dando como resultado formas exógenas, fuera de registro, las cuales finalmente se transforman en moldes preconcebidos que nos permiten entender el nacimiento metamórfico del ser. Es necesario romperse en pedazos y sentir en el cuerpo la locura de un contorsionista; al mismo tiempo hay que convertirse en un fetichista hasta la esclavitud, un fetichista del ojo, de las nalgas y de los pies, todo a la vez, para volver a encontrar en uno mismo lo que miserablemente se abortó al principio de la constitución del cuerpo humano. [Georges Bataille, Visions of Excess. Selected Writings, 1927-1939, p.260.] En este caso la concepción platónica de lo bello desaparece para darle paso a lo deleznable y desconocido, pero siempre dentro de parámetros pitagóricos esenciales para la desagradable comprensión exigida por el espectador. Dentro de la misma lógica y ocupando las mismas técnicas, con la cuales se gesta el concepto de belleza, en IUDUIUDUI hay algo emotivo, irracional, que a pesar de tener la misma lógica compositiva que la armonía, con una simple y pobre ecuación caprichosa, los factores se alteran dando como producto (al menos en este caso) piezas de dos metros suspendida en el aire, sin sentido, esperando ser contempladas.